LA VIDA NO SE MIDE POR LAS VECES QUE RESPIRAS, SINO POR AQUELLOS MOMENTOS QUE TE DEJAN SIN ALIENTO.

PIERDE EL MIEDO, DA UN PASO ADELANTE...

miércoles, 28 de mayo de 2008

MARTES, 20-05-2008

"Cuenta conmigo", le dijo ella. "Ya cuento contigo", contestó él. Y el aire, el tiempo y el espacio se detuvieron entre ellos. Fue como si todo adquiriera otro ritmo, más lento, más oscuro y extraño. Ella empezó a temer sus propias miradas, segura de que decían en silencio todo lo que callaban sus palabras. A veces veía su imagen reflejada en un cristal y buscaba sus ojos, intentando averiguar si había cambiado algo, buscando significados que ni siquiera sabía si estaban o no. Iba más allá; si siempre analizaba sus frases, ahora les daba la vuelta, las miraba del derecho y del revés, cambiaba el orden y las memorizaba. Después, en el silencio de su habitación, las sacaba del escondite de su memoria y las saboreaba en soledad. Veía sus sonrisas y sus enfados, sus gestos, su voz cuando la llamaba. Su propio nombre sonaba mejor cuando lo decía él.

Volvía a aquel sábado que cruzó su puerta y llenó su casa; inventaba otra escena y un nuevo final. Después despertaba de su sueño y veía la realidad. Le quería, le deseaba, intentaba olvidarle y se rendía a la evidencia de sus sentimientos un día tras otro, en una espiral de sueños que iba y venía al compás de su vida. Bajó la guardia hacía tiempo y él entró poquito a poco, sin anunciarse, sin pedir permiso; lento pero seguro, llegó para quedarse. Se adueñó de un espacio vacío y ella sólo fue capaz de sentarse a esperar. Y en esa espera, le perdió.

Nunca ha sido tuyo, cómo puedes echar de menos algo que nunca has tenido, cómo puede dolerte tanto... Cada mañana, cada tarde, cada noche se repite esas frases como si fuera un sortigelio de protección. A ratos quiere, y cree que puede, olvidarle. La mayoría del tiempo, sin embargo, se aferra a ese sentimiento como si fuera su tabla de salvación. De alguna manera sabe que no sirve de nada porque no hay nada que hacer. Lo sabe aunque una parte de ella se empeña en seguir adelante, hasta donde pueda llegar, mientras sea capaz de aguantar sin romperse, sin dejarse el alma en una lucha que conoce porque no es la primera vez que la vive. Tan solo espera que en esta ocasión sea distinto.

En algún momento, se da cuenta que cometió un error. Esa mañana de sábado le preguntó por ella, por la que ganó la batalla que las dos peleaban. Necesitaba saber qué decía él, si le diría algo que alumbrara su pequeña esperanza. Experta en malinterpretar las palabras, creyó ver una luz, un "quizás", un "es ahora, pero no será durante mucho tiempo". Y ahora le habla de ella como lo haría con una amiga que no sientiera nada por él. Cada vez que escucha su nombre, siente que la expresión de su cara cambia, no puede contestarle, aguanta las ganas de gritar y desea que se calle, que la deje en paz y no le cuente nada. Por un lado, espera con todas sus fuerzas que él no note ese cambio de actitud. Por el otro, quiere que lo vea, que lo sienta y comprenda porque quizás así dejaría de comentarle lo que hacen, ahorrándole esos momento de dolor.

Se pregunta qué contestaría si él le preguntara el por qué de esos silencios repentinos y pesados. ¿Sería capaz de decirle la verdad o inventaría alguna excusa más o menos creíble? En el fondo confía que no se produzca nunca esa situación, sabe que no se le dan bien las confrontaciones. Tendría todas las de perder aunque ¿gana algo ahora? No, de eso sí que está segura.

Hoy él le ha dicho que ya no puede más, que en el trabajo se ahoga y no ve por dónde salir, que se irá. Ella se ha sentido triste al principo, le echará de mesnos cada momento del día y nada volverá a ser igual. Después, cuando se ha quedado sola con sus pensamientos, se ha dicho que es lo mejor que puede pasarle. Si se va, si no le ve cada día durante muchas horas, quizás pueda ponerse un parche en el corazón y empezar a olvidarle.

Más tarde, las ocho. Hora de marcharse a casa. Recoge sus cosas y se va, dándole vueltas a todo y llegando a ningún lugar. Le gustaría dejar de hacerse la fuerte, poder sentarse delante de alguien y llorar su pena sin escuchar "eres tonta, no vale la pena, es idiota, olvídale". Imagina que cuando llegue al piso se tumbará en la cama y abrirá el dique de sus emociones hasta quedarse vacía y limpia, pero no lo hace. Lo intenta pero no ocurre nada. Cena, ve una película y después se acuesta. Un día más, un día menos.

Mañana, vuelta a empezar.

Mjo

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