LA VIDA NO SE MIDE POR LAS VECES QUE RESPIRAS, SINO POR AQUELLOS MOMENTOS QUE TE DEJAN SIN ALIENTO.

PIERDE EL MIEDO, DA UN PASO ADELANTE...

martes, 8 de julio de 2008

MARTES, 08-07-2008 (De hombres y sentimientos)



De las conversaciones con mis amigas y de las mantenidas con el que fue mi “amigo”, he sacado la conclusión de que hombres y mujeres estamos condenados a entendernos. Nos guste o no, así es. Para ellos, nosotros somos poco menos que bichos raros, caprichosas y siempre dispuestas a enamorarnos hasta las últimas consecuencias, lloronas y quejicas, jamás conforme con lo que tenemos y siempre deseando lo que está lejos de nuestro alcance, imposibles de comprender y contentar. ¡Cualquiera diría que ellos vienen al mundo con un libro de instrucciones en la boca! Los vemos como seres egoístas, temerosos de comprometerse mínimamente con alguien, siempre pensando en los deportes y el sexo, fingiendo una entereza que es pura fachada, siempre deseando lo que no pueden tener, nunca contentos con lo que tienen. Jamás llegaremos a un acuerdo. Para nosotras es fantástico levantarse a su lado cada mañana; para ellos es un recordatorio de esa especie de cárcel en la que se han metido... Bueno, no todos. No hay que generalizar porque hay muchos matrimonios felices y también muchos pendones desorejados sueltos por el mundo (de uno y otro sexo, que quede claro), así que es fácilmente deducible que en algún momento hay quien consigue ponerse de acuerdo... ¡o casi!

Y qué decir de los celos... Cuando cometemos el error de enamorarnos hasta el tuétano y la relación no funciona, recogemos nuestros pedazos e intentamos salir adelante como buenamente podemos. Si no tenemos que ver al sujeto en cuestión, el trabajo es algo más sencillo. Pero ¿y si resulta que el objeto de nuestros amores es alguien a quien tenemos que ver cada día? Ay, entonces nos enfrentamos a un problema gordo; sobre todo si él no deja de enviarnos señales obvias que, poco a poco, van erosionando nuestra voluntad de mantenernos alejadas. Una mirada por aquí, un roce casual por allá, una frase cómplice, alguna que otra sonrisa y un increíble intento de darnos pena... Eso es todo lo que necesitamos para que nuestra decisión empiece a tambalearse. Si además aparece otra persona que parece intentar ocupar el lugar que consideramos propio... Bueno, aparecen los celos y todo el edificio se viene abajo antes de que nos demos cuenta.

Querer a alguien es una tarea demasiado sencilla; lo complicado de verdad es dejar de hacerlo de una vez por todas. No sirve cortar por lo sano; hagas lo que hagas bastará una simple llamada de teléfono para que esa hoguera que creíamos apagada para siempre vuelva a encenderse y, a poco que nos descuidemos, con más fuerza que antes. ¿Ejemplos? Seguro que todas tenemos alguno en la cabeza, si es que nosotras mismas no somos un muestrario de errores y sentimientos desechados. ¿Qué haces con ellos cuando todo se acaba? Cuéntame qué has hecho tú, quizás con eso puedas ayudar a otra persona que esté pasando por ese trance.


mjo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Real como la vida misma!!!!