
Esta mañana todo parece triste, apagado, sin vida. La gente en el tren viste colores oscuros y yo, con los labios y el jersey rojos, parezco un grito de alarma. Los miro y no veo más que rutina, aburrimiento, vidas gastadas en trayectos finitos que acaban por llegar a ningún sitio.
Después de días de lluvia, parece que el sol se dejará ver pero no calienta. A veces siento un frío que me hiela el corazón; cada día es uno menos y no puedo dejar de contar. Lunes y martes fueron buenos, ayer empezó el descenuna especie de vacacionesas que faltan para coger una especie de vacaciones y alejarme de lo mismo de ayer, de mañana. Llevo noches sin dormir apenas y hoy me pesa todo.
Quitaron el cartel de las farolas a la salida de la estación y fue una sorpresa desagradable. Me gustaba verlo cada mañana. Es grotesco; cuando acaban las elecciones, los carteles se quedan colgados durante mucho más tiempo! Es como si los políticos se quisieran retar desde las paredes: tú has ganado pero yo te estaré vigilando... Qué absurdo. En cambio, los suyos han pasado a la historia al día siguiente y no porque tuvieran que ceder su sitio. Las farolas de la calle siguen estando vacías. Ya no es lo mismo.
Mjo
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