LA VIDA NO SE MIDE POR LAS VECES QUE RESPIRAS, SINO POR AQUELLOS MOMENTOS QUE TE DEJAN SIN ALIENTO.

PIERDE EL MIEDO, DA UN PASO ADELANTE...

miércoles, 21 de noviembre de 2007

MARTES, 20-11-2007 (El principio de la libertad)

Había una vez un país encantado, cuyos habitantes habían decidido su destino, que cayó en manos de un malvado ser que primero les arrastró a una guerra fraticida que dejó la tierra empapada de sangre y después, cuando se supo vencedor de la batalla, les hundió en la miseria de la derrota durante cuarenta años. En todo ese tiempo, se dedicó a gobernar a los ciudadanos con mano de hierro, anulando libertades y sueños, juzgando según unas leyes hechas a su medida y luciendo su achaparrada figura como padre de la patria mientras la mitad del país vivía como podía entre el silencio de los muertos y el recuerdo de lo sucedido. Un buen día, el dictador se miró al espejo y vió la imagen de un hombre viejo, enfermo, y quizás sintió miedo. A su alrededor, los buitres empezaron a organizar su partida porque, posiblemente por primera vez, se dieron cuenta de que no era inmortal y antes de que todo acabara debían asegurarse de que las cosas no cambiaran cuando él ya no estuviera allí. Se hicieron los preparativos y cuando lo tuvieron todo "atado y bien atado" se sentaron a esperar que muriera. El viejo tuvo una agonía larga, cuarenta días, uno por cada año que cargó de sufrimiento, mientras en la calle la gente andaba como encantada, esperando unos que las cosas cambiaran para mejor y otros, los que durante tantos años disfrutaron de una paz ficticia, esperaban que todo siguiera igual. Una mañana, un señor con aspecto de ratón anunció que el dictador había muerto y el aire se detuvo en la incertidumbre del qué pasará...

El 20 de noviembre de 1975 murió el dictador Francisco Franco y este país al que, me guste o no, pertenezco empezó el largo camino de la democracia. Ha sido difícil, lleno de obstáculos que parecían insalvables y que, sin embargo, fueron superados. Hoy puedo votar en libertad, hablar una lengua propia que durante años estuvo prohibida, expresar mis pensamientos y decidir qué quiero y qué no quiero ser o hacer, ir dónde me plazca y leer los libros que me apetecen, conocer la historia desde todos los puntos de vista y no sólo desde los recuerdos de los vencedores y recordar libremente a los que dieron su vida para que todo esto dejara de ser una utopía para convertirlo en una hermosa realidad.

Ningún tiempo pasado fue mejor, sino diferente y, en ocasiones, mucho peor. Por eso no entiendo que haya quien añora aquellos días, que todavía haya quien piense que él fue el salvador de una patria que casi hunde para siempre en un vendaval de olvido. Si acaso, soy capaz de comprender y hasta aceptar, si me esfuerzo, que las personas mayores que lo vivieron hablen y recuerden y deseen volver al "orden" de entonces. Pero de ninguna manera entiendo que gente joven, que jamás ha tenido que callarse la boca porque nadie les ha obligado a hacerlo, le rindan homenaje y reclamen su figura. Franco es un personaje histórico, le pese a quien le pese, y no podemos ni debemos borrarlo de nuestra historia porque forma parte de ella para lo bueno, que alguna cosa habrá, y lo malo. Si acaso, debemos tomarlo como ejemplo de lo que no se debe hacer, examinar lo que pasó y aprender de aquellos tremendos errores que siguen haciendo daño cada vez que alguien se pone a examinarlos. No sé por qué en este país que es España, la gente se empeña en hechar tierra por encima de todo, en primar el olvido por encima del aprendizaje. Deberíamos ser capaces, treinta y dos años después, de hablar de su vida y su muerte sin echarnos en cara la culpa de lo que pasó. Todos fuimos culpables de una guerra que empezó cuando a un grupo de militares se les ocurrió que el gobierno legitimamente elegido por el pueblo no debía seguir en el poder, sin darles tiempo a equivocarse o acertar con sus decisiones. Todos fuimos culpables de levantar armas, hermano contra hermano, y hacer que durante cuarenta años el perdedor viviera con la sombra de la derrota presente. En una guerra todos hacen daño, los que pierden y también los que ganan. La diferencia es que en este país se vivieron después cuarenta años de dictadura que no hicieron más que ahondar una herida que durante demasiado tiempo ha estado abierta. Aún hoy, cuando la mitad de la población sigue sin saber qué pasó a ciencia cierta, la simple mención de la Guerra Civil levanta pasiones encendidas que no nos llevan a ninguna parte.

La democracia se construyó con ladrillos de olvido que más de uno confundió con un perdón que nadie ha otorgado. Y menos que nadie, los que perdieron mucho más que la vida en esa lucha. Hay familias que todavía buscan a sus muertos por las cunetas de muchas carreteras y en los campos de cultivo de infinidad de pueblos. Hay memoria que recordar, historias que contar, mentiras por descubrir y sobre todo, hay que empezar a caminar desde la verdad. No la que unos cuentan sino la que todos pueden explicar. Mi opinión es válida, puedo decirla en voz alta y sin agachar la cabeza, yo no tengo nada de que avergonzarme. Y quiero saber.

Franco ha muerto, que viva la libertad.

Mjo

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