LA VIDA NO SE MIDE POR LAS VECES QUE RESPIRAS, SINO POR AQUELLOS MOMENTOS QUE TE DEJAN SIN ALIENTO.

PIERDE EL MIEDO, DA UN PASO ADELANTE...

lunes, 18 de junio de 2007

JUEVES, 31-MAYO-2007(hay un vampiro en mi tren!)

Esta mañana he visto algo extraño en el tren. Me he sentado, como siempre, al lado de la ventana. He abierto el libro para meterme de lleno en una historia que ya había leído, lo cual me permite divagar sin miedo a perderme algo interesante. El día ha amanecido nublado, así que me he distraido mirando por la ventana y al volver la vista al libro, me ha llamado la atención un chico que viajaba tres asientos delante de mí, de frente. No era guapo ni feo ni nada especial pero su cuello... Vale, ahora vais a pensar que estoy como una cabra y reconozco que hasta yo lo pienso a veces pero ¡no vais a poder negarme que era como para dejar volar la imaginación!

La cuestión es que su cuello tenía dos marcas paralelas, una encima de la otra y separadas por unos dos centímetros, redondas y justo encima de la yugular. Desde donde estaba no podía ver si eran lunares (que es lo más probable) pero desde las páginas de libro de fantasmas una voz parecía gritar que no, que yo sabía lo que eran... ¡marcas de colmillos! He sentido un leve escalofrío y he seguido observándole en silencio, fascinada y, al mismo tiempo, consciente de lo ridículo del pensamiento. Pobre chico, tan tranquilo que estaba él mirando por la ventana y yo inventándole una vida vampírica...

Me he fijado que llevaba gafas de sol aunque las nubes eran bastante espesas, y su piel parecía pálida. Apenas se movía y era fácil imaginar que estaba casi en hibernación. Ya sabéis, los vampiros son criaturas nocturnas , y aunque estén en proceso de transformación, el día no es precisamente su mejor momento. Supongo que las marcas son recientes y como no parece confundido ni las oculta, se me ocurre que quizás él lo ha estado buscando hasta encontrarlo, que las luce con una especie de oscuro orgullo. Es posible que este viaje en tren sea una especie de despedida de la vida que hasta hora ha llevado, que quiera ver por última vez la luz natural, los paisajes que le son conocidos y los rostros que le han acompañado durante muchas mañanas, antes de sumergirse en las sombras para convertirse en un espectro de sí mismo.

Intento dejar de mirarle pero los ojos se me van. Le intento una vida completa en tres minutos: una familia, amigos, un trabajo y hasta una novia encantadora, sin olvidad aficiones. Y con la misma rapidez, le meto en medio de algún accidente trágico que le hunde en la depresión. Pierde interés en todo lo que le rodea y empieza a mezclarse con gente extraña a la que únicamente ve cuando oscurece. Van a sitios apartados, iluminados con bombillas de luz negra que resaltan la palidez de sus pieles, el blanco de sus ojos y sus dentaduras perfectas. Sonríen poco, pero cuando lo hacen, él siente un estremecimiento que no sabe si es de miedo o de placer, pero está dispuesto a descubrirlo.

Sus nuevos amigos tienen nombres extraños y se turnan para entretener su atención, pero él solo puede mirar a Helena, que tiene unos ojos negros profundos y brillantes. Él quisiera que nunca dejaran de mirarle, desea que se posen sobre su rostro y se queden ahí para siempre, fijos en los suyos. Han hablado una sola vez, pero recuerda su voz dulce, que sonaba como una poesía antigua y le hablaba de otra realidad, oculta a los ojos de la gente y al alcance de la mano de unos cuantos elegidos. Y ella le estaba eligiendo, educándolo en la distancia y prometiendo paraísos desconocidos, que podían ser suyos con solo tender las manos.

Hace una semana decidió dar el paso. Se acercó a Helena y le susurró al oído un simple "si", ella le rodeó con los brazos y le besó en los labios. Primero fue dulce como la miel y después se hizo intenso. Él cerró los jos cuando le besó la nariz, las mejillas, la frente y los párpados que cerraba con fuerza. Helena hacía todo el trabajo, él sólo la abrazaba y se dejaba llevar por las sensaciones. Notó su boca descendiendo hasta su oreja derecha, y después su lengua, que dibujaba arabescos en su cuello. Helena le abrazó con más fuerza, empezó a mordisquearle cada vez más fuerte hasta que un pinchazo le paralizó. Abrió los ojos, quiso gritar su dolor pero le invadió el placer y se dejó llevar hasta que Helena le soltó, dejándole débil contra la columna en la que le había arrinconado. En medio de su cansancio, le pareció que ella se alejaba relamiéndose, olvidándose de él y, sin embargo, llevándole consigo.

No sabe cómo llegó hasta su casa, pero sabe que durmió hasta muy tarde, que aquel día le dolía hasta parpadear y que las horas no pasaban lo suficientemente deprisa. Cuando el sol por fin se puso, sintió que se cargaba de energía desconocida. También escuchó su voz; la oía en su cabeza mientras caminaba por calles abarrotadas. Helena le decía "ven a mí" y él no podía correr más para llegar. Cuando la vio, se sintió fuerte, casi invencible y, al mismo tiempo, tuvo miedo pero ella sonrió y todo perdió sentido. Todo menos su boca y lo que le hacía sentir. En algún momento, su mente dejo de pensar y el mundo se detuvo.

Así han sido todas sus noches hasta la de ayer. De un modo irracional, sabe que ya no hay vuelta atrás y que no le queda demasiado tiempo. También sabe que pudo parar, que tuvo la oportunidad de dejarlo y salvarse pero no quiso hacerlo porque eso habría significado perderla y eso es más de lo que estaba dispuesto a jugarse. Helena era su vida, o más bien su muerte, pero aceptaba el riesgo y se dejaba ir con tranquilidad. En ese mundo ya nada tenía sentido, no era el suyo, no le pertenecía. Era de Helena, era con ella con quien quería vivir o morir; le daba igual si ella estaba abrazándole, hablando sin palabras y metiéndose bajo su piel.

En ese momento aterricé de nuevo en la realidad y él ya no estaba sentado junto a la ventana. Me había distraído tanto creándole una vida a punto de transformarse que ni siquiera me había dado cuenta de que se había ido. A veces, mi imaginación me da miedo. ¡Se descontrola con demasiada facilidad!

En fin, cualquier día de estos me lo vuelvo a encontrar en el tren, de día, y podré olvidarme de tanta tontería. Pero si por casualidad me lo encuentro de noche ¡no sé si seré capaz de correr lo suficientemente deprisa como para alejarme de un vampiro!

Mjo

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